viernes, 1 de diciembre de 2023

AL PRINCIPIO NO

HUBO BIG-BANG©

  

  Al principio, después de la creación, no hubo Big-Bang, sino una fusión de átomos. Fue una armónica y silenciosa danza espacial de protones, neutrones y electrones. Después de miles de años de unión y concentración en una nebulosa oscuridad, comenzaron formarse las galaxias, estrellas y planetas. Durante ese proceso si hubo miles de millones de estallidos y explosiones que fueron formando y redondeando planetas y estrellas. El espacio se iluminaba y por momentos oscurecía. Era como ver a un herrero de estos tiempos con su soplete de acetileno forjando estructuras de hierro y las cientos de miles de chispas que salían al rebote, eran las estrellas que nacían y comenzaban a vagar por el espacio en busca de un nido donde crecer y desarrollarse. Los planetas y sistemas solares se separaron y buscaron “casa” en distantes partes del inmenso universo y formaron una comunidad que los humanos llamaron galaxias. Lo demás es desconocido, pero simple para la divinidad que lo creo.


 

   Quizás todo el universo es el cuerpo de un inmenso ser divino y lo que nosotros podemos ver, o creemos ver en el espacio, son partes de sus entrañas y órganos interiores y nosotros, los humanos, simple células microscópicas, o tal vez bacterias, de ese infinito universo en forma de cuerpo estable, divino y omnipotente al que pertenecemos de manera tan efímera como un parpadeo.

 

  El hombre nunca sabrá qué papel desempeña en la evolución y vida del universo. Mucho menos qué somos y por qué estamos aquí. Ahora, mientras garabateo esta revelación, los humanos que habitan este trozo de roca al que llamaron tierra son casi ocho mil millones. En menos de ciento diez años la mayoría habrá muerto, incluso los niños que acaban de nacer en este momento. Todos se irán sin saber, menos comprender, con qué objeto o misión fueron plantados en el universo. Por supuesto, no fue sólo para nacer, crecer, desarrollarse, reproducirse, enrollarse, envejecer y luego morir. Menos para amasar riquezas o envilecerse en la codicia y la maldad. Pasados esos cientos diez años vendrán otros cientos diez años más en los que morirán todos los pobladores de las nuevas generaciones y así, sucesivamente, sin que nadie nunca podrá explicar nada, o quizás apenas el uno por ciento, sobre qué es el universo y el papel que juegan los humanos en esa inmensa y desconocida mancha negra de la que apenas vemos el titilar de las estrellas y la fugaz sombra de algunos planetas y galaxias. 

 

   Hoy sólo sabemos que existimos (¿realmente existimos o es una ilusión de los sentidos?) y que comparados con el ignoto universo somos infinitamente más pequeños que una bacteria.

   Desde la creación del mundo, lo invisible de Dios, su eterno poder y divinidad, se pueden descubrir a través de las cosas creadas. ¡Ése es nuestro reto y misión consciente!...  ¡Atrévanse!... ¡Busquen entre las cosas creadas! Allí están muchas de las respuestas.

 



 

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