Los Orocnes, los seres vivientes que habitan las profundidades del océano Pacífico (Ver Evangelios Sotroc LOS SERES VIVIENTES DEL FONDO DEL ABISMO), también conocidos como los Pisces sapiens, humanoides de los abismos oceánicos, son una simbiosis entre peces y humanos.
Antes de definir la constitución de los Orocnes, es deber recordar que me refiero “a seres inteligentes, mamíferos y vertebrados, tal como los humanos, de avanzada anatomía y con talento, para no decir mucha sabiduría. Su complexión es perfecta, casi divina se podría señalar, y pueden vivir, además de en los abismos y profundidades del océano Pacífico, también en la superficie terrestre, ya que tienen una gran capacidad de adaptación y órganos respiratorios, así como otros, incluyendo el reproductivo, muy parecidos a los de los humanos. Su estatura media, midiendo su altura en forma vertical, aunque ellos en el agua se desplazan en forma horizontal, al igual que la mayoría de las especies marinas, es de dos metros ochenta centímetros, si bien pueden llegar a medir más de cuatro metros en su constitución más avanzada.” (Sic Evangelios Sotroc LOS SERES VIVIENTES DEL FONDO DEL ABISMO).
Los Orocnes, al igual que los humanos, tienes dos miembros superiores y dos inferiores, lo que les permite, cuando están en la superficie terrestre, andar erguidos. Las dimensiones de ambos miembros son similares, en alto grado comparativo, a la de los humanos y están y se mueven en perfecta armonía con el cuerpo. Sin embargo, a diferencia de los humanos, los Orocnes tienen unidas sus extremidades, tanto las superiores como las inferiores, por una delgada, resistente y flexible membrana, la cual despliegan en el agua para obtener mayor velocidad de nado. Igualmente las utilizan en la superficie terrestre para planear, aunque virtualmente vuelan, tal como lo hacen las ardillas voladoras. La membrana que une a sus extremidades es tan delgada y flexible, que semeja la tela de un paracaídas, por lo que no les molesta en lo absoluto cuando caminan por la superficie terrestre o en las elevadas montañas y cordilleras volcánicas de suelo abisal.
Su piel, como ya se dijo en el anterior Evangelio Sotroc, es de color plateado blanquecino. Los Oronces carecen de escamas y su cuerpo emite un destello lumínico nacarado que les guía y protege, tal si fuese una manta térmica, por las oscuras y frías aguas abismales que, en algunas épocas del año, pueden llegar casi a punto de congelación.
Los píes y manos de los Orocnes son retractiles. Cuando nadan, desde la parte baja de su piernas, a la altura de los gemelos, brotan unas especies de aletas, muy parecidas a las chapaletas de buceo, las cuales tiene una delgada, transparente pero resistente bolsa marsupial donde introducen instintivamente los pies, los cuales, al igual que los de los humanos tiene planta, pero sólo tres gruesos dedos, todos casi de similar tamaño, pero con una falange más, por lo que tienen mayor longitud de agarre. A veces son utilizados a manera de arpón. Las aletas se extienden a más de sesenta centímetros fuera de su talón de Aquiles y son empleadas para nado preciso. Con las manos ocurre lo mismo, aunque a diferencia de los pies tienen cuatro dedos (menos el meñique de los humanos), los cuales emplea armoniosamente todos a manera de pinza y con flexibilidad extrema. El bolsón retráctil de los miembros superiores, muy adherido a su piel, baja desde los codos, a la altura del músculo braquioradial y extensor radial, y se abre suavemente para que, sin esfuerzo y, automáticamente, con movimiento reflejo imperceptible, se introduzcan en ellas sus manos a fin de que sean recubiertas por una sutil pero resistente especie de guante ventoso y cartilaginoso.
Cuando los Orocnes están en sus cuevas-ciudades y “castillos” abiertos y esculpidos por ellos en las profundidades del Pacífico, se desplazan erguidos, en dos patas, o en posición de alpinista que remonta una escarpada cuesta y ayudados por sus manos. Al tal efecto, las chapaletas con las que nadaron minutos antes se retraen a su posición normal debajo de los gemelos y músculos extensores de los brazos.
El órgano reproductor masculino es una especie apéndice muy fino, puntiagudo, delgado y retráctil que el macho tiene a la altura del ombligo humano. El de la hembra está en la espalda. Inmediatamente después de finalizar la última vértebra, o cóccix, y consiste, en su estado aletargado, en una pequeña abertura no más grande que la cabeza de un clavo tamaño mediano (que se comunica con las gónadas) que en el momento del aparejamiento se abre en forma de pequeño embudo, el cual admite y alberga en su interior el apéndice del macho y los cierra herméticamente en su interior. Es algo muy similar, pero en pequeñas dimensiones, a lo que ocurre cuando una avión F18 se reaprovisiones de combustible con la nave nodriza cisterna en pleno vuelo. En el caso de los Orocnes no es en pleno vuelo sino a pleno nado.
La copulación de los Orocnes dura aproximadamente una hora. Durante ese período de tiempo la pareja nada unida en una especie de danza lírica y nado sincronizado, cuyos movimientos van desde los ondeados al espiral con ascenso vertiginoso al finalizar la última curva y, elípticamente, con movimientos casi imperceptibles, al concluir la hora de aparejamiento.
Los Orocnes siempre danzan junto a otra gran cantidad de su especie, por lo que ese momento semeja, gracias al destello lumínico que emite sus cuerpos, una excelente gran puesta en escena en las oscuras y gélidas profundidades del mar. Normalmente los meses de aparejamiento más prolíficos son durante los meses de julio y agosto del Calendario Lunar, el cual consta de 354 días y se basa para la medida del tiempo en los ciclos de la Luna. ¿Por qué los Orocnes dejan atrás y no toman en cuenta los 11 días que faltan para sumar los 365 del Calendario Solar? No lo sé. Por ahora es un misterio, aunque el número 11 mueve a muchas perspicacias.
La disposición de la cabeza, rostro y facciones de los Orocnes es muy parecida a las de los humanos, sin embargo no hay que olvidar que, aunque mamíferos, pertenecen a la familia de los peces.
Tanto machos como hembras poseen, ojos muy especiales, grandes y de doble refracción, ya que pueden ver en las profundidades abismales de los océanos como en la superficie terrestre y a pleno sol. Además, su órgano de la vista, de forma esférica igual a la de los humanos, está integrado por un sistema óptico que le permite ver la formación de imágenes en una capa de células sensibles a la luz, así como en la oscuridad más absoluta del fondo oceánico. Y, lo más alucinante, su cristalino funciona con un radio de percepción de 360 grados, tanto hacia delante como hacia atrás, enfocando al mismo tiempo cada detalle como sí se tratase de una lente gran angular y teleobjetivo de cámara fotográfica trabajando al mismo tiempo y en forma simultánea. Esa capacidad es manejada a la perfección por su pupila y nervio óptico, el cual procesa al cerebro toda la información visual en microsegundos, tal como si se tratase de una supercomputadora. Su iris es variable. Dependiendo de la profundidad en la que se encuentren, se puede modificar desde el negro azabache al verde agua, pasando, en algunos estadios y circunstancias, por el azul turquesa y hasta el rojo, cuando hay erupciones y precipitaciones volcánicas en fondo abisal.
La boca de los Orocnes es muy fina y tanto el labio superior, un poco más grueso, como el inferior, se parecen mucho a los de los humanos, sobre todo al de las mujeres de labios muy finos. Su dentadura, aunque con el doble de piezas que las de los humamos, es muy estrecha (en su aspecto exterior no sobrepasa los dos centímetros de longitud) y está diseñada para diferentes usos. Desde una suave mordedura, a una desgarradora dentellada. También tienen utilidad de segueta, maceración y templada hoja de navaja.
Su lengua no tiene nada que envidar a las de los humanos, aunque sus papilas gustativas estás más desarrolladas. También tiene en su parte trasera una especie de ventosas que sirven de laboratorio químico, ya que mandan órdenes al cerebro e indican, en fracciones de microsegundos, si el alimento o agua posee algún contaminante o elemento perjudicial para su salud. Sus orejas están adheridas a los parietales y tienen la forma de un pequeño pez, similar al que los primeros cristianos pintaban en las catacumbas cercanas a la Antigua Roma , y los lóbulos tienen un diseño triangular con base semicurvada. Sus oídos funcionan como micro radares y su capacidad auditiva puede alcanzar varios kilómetros tanto en el agua como en la superficie terrestre, lo cual les permite percibir con exactitud distancia, altura y la longitud de los sonidos. Su nariz, si se le puede llamar nariz a las pequeñas protuberancias que emergen desde el centro de su cara, percibe e identifica olores a kilómetros de distancia gracias a su glándula olfatoria hipersensible. Por supuesto que carecen de cabellos en su cabeza. En su defecto tiene una especia de aleta de tiburón bastante corta, de unos seis o siete centímetros, que le sirve de timón delantero cuando van a grandes velocidades por los abismos submarinos, ya que sobrepasan los 160 kilómetros por hora y, dependiendo del caso, pueden avanzar si así se amerita, mucho más rápido. En la parte posterior de la aleta tienen, tanto el macho como la hembra, un arpón retráctil, parecido a las de la manta rayas, el cual puede inyectar un veneno paralizante, en el mejor de los casos, o totalmente letal sin son atacados por algún depredador tanto dentro como fuere del agua.
El cuello de los Orocnes está fusionado a su cuerpo, por lo que se podría decir que carecen de el. Son de “hombros” trapezoidales, fuertes y vigorosos.
Su sistema respiratorio es una de las grandes maravillas de la naturaleza ya que es una especie integrada de branquias y pulmones. Las primeras las utilizan en el agua y los segundos en tierra. Las activan y desactivan, según el caso, gracias a que poseen una tráquea cartilaginosa y membranosa con anillos deslizantes, como si se tratase de una esclusa o compuerta marina, la cual, de acuerdo a las circunstancias, dejan pasar o bloquean el oxígeno puro.
Otra de las maravillas de su constitución es que tiene la capacidad de regeneración celular o sea de rehacer, a la perfección, cualquier parte de su cuerpo si este, por alguna circunstancia, es afectado o mutilado por un depredador. Todo esto se debe a que su cuerpo “segrega” una gran cantidad de neoblastos (células madre pluripotentes) y forman una blastema de regeneración que indica qué o cuáles partes o estructuras del cuerpo tiene que ser regeneradas en su forma y proporción corporal correcta (morfalaxis).
Si estaban pensando lo que yo creo que pensaban, le diré que sí, que también hablan. Aunque sus vocablos y forma de comunicación distan mucho de la humana, gracias a su desarrollado cerebro quizás, algún día, cuando su presencia sea más que evidente sobre el planeta Tierra, puedan aprender a hablar, tal como nosotros, y en diferentes idiomas.
Por supuesto que faltan muchas, pero muchísimas cosas que explicar y decir de su anatomía y bioquímica. Quizás sea tema de otro Evangelio Sotroc. Quizás sí, quizás no. Por ahora, creo que es suficiente.
© Diego Fortunato
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