lunes, 21 de mayo de 2018


TEORÍA DEL HOMBRE BACTERIA©


   
No es una especulación. Mucho menos una fantasía. Siquiera una teoría sino una realidad pero, por ahora, la llamaremos teoría a fin de no apesadumbrar a la humanidad más de lo que está. No queremos llevarla al límite de su resistencia y comprensión. Eso sería un fuerte shock para su debilitada psiquis colectiva y muchos no lo resistirían. No es intención de este Evangelio Sotroc alarmar a la humanidad, menos causarle angustia y tristeza. Pero no podemos mentir y obviar esta realidad, ya que la verdad será el único principio moral que regirá en la Tierra Nueva, la Tierra que está por venir. La Tierra del renacer del hombre y que pronto todos podrán disfrutar. Por eso, en honor a esa verdad absoluta, tengo y así me fue ordenado, que revelar la Teoría del Hombre Bacteria.

       ¿En qué nos diferenciamos de una bacteria?... 
¿En su horrible fealdad o en su tamaño?

 El asunto es tan simple que no merece mucha explicación. Está “a la vista” y es comprobable científicamente. Quien se resistirá y seguirá resistiéndose por milenios a cualquier evidencia que se presente sobre la verdadera identidad del hombre, su procedencia y ubicación en el universo, es la incrédula humanidad, aunque algún día tendrá que asumir su indiscutible esencia. Es inevitable. Se resistirá por mucho, muchísimo tiempo más, pero inexorablemente tendrá que aceptar la realidad. No tan triste, sino reveladora, aunque al principio la abrumará.


 El ser humano, que en su soberbia e irracional prepotencia se cree el Rey del Universo, es apenas una bacteria estelar. Quizás menos, mucho menos.


  Si se toman sólo un par de minutos para reflexionar, pensar en ello, se darán cuenta rápidamente y en forma clara y contundente que el hombre es una simple bacteria estelar. Corrijo: una microscópica e insignificante bacteria que de tanto vagar y viajar sin rumbo ni destino por el universo, “anidó”, por así decirlo, en este planeta que llamamos Tierra. Somos sólo eso. Nada más. Todos y cada uno de nosotros y todas las generaciones, venidas o por venir. Para corroborarlo en un abrir y cerrar de ojos sólo visualicen en su mente el pequeño sistema solar que nos aloja, que da cobijo a la Tierra y demás planetas. Es mínimo. La Tierra, en comparación con el infinito universo no es nada. Apenas un grano de arena… Siquiera una Roca Estelar, como la califican algunos científicos.


Comparados con el Sol, nuestros planetas son apenas pequeñas canicas.



 Volviendo a nuestros “lares”, a nuestro hogar planetario, si cotejamos a Júpiter con la Tierra, nuestro planeta es mínimo. Es como colocar una pelota de golf al lado de un balón de básquet. Hasta allí todo podría estar bien ya que la diferencia de tamaño no es alarmante. Pero si hacemos el mismo parangón con nuestro propio Sol, diez veces más grande que Júpiter, la diferencia convertiría a la Tierra en una simple moneda de un cuarto de dólar y al Sol en un superbalón playero. La relación no es todavía inquietante. Ahora, si lo comparamos con nuestra galaxia, el planeta Tierra ya sería más pequeño que un grano de arroz y si el balance de tamaños de unos con otros lo hacemos con cualquiera de las otras galaxias que pululan nuestro universo, la Tierra, nuestro hogar, simplemente desaparecería y sólo podría verse con un súperpotente microscopio, léase bien, microscopio estelar, tal como si se tratase de un diminuto microbio, o algo mucho más pequeño. La semejanza es válida. En ese mismo ritmo de comparaciones, nuestra galaxia, la Vía Láctea, con todos sus miles de millones de sistemas solares muchísimos más grandes que el nuestro, apenas se vería como un deslucido punto en el espacio y si seguimos con los cotejos, también esos gigantes cósmicos desaparecerían del mapa del universo, tal como lo harían casi todas las otras galaxias.


Con esbozar sólo estos domésticos ejemplos y semejanzas, creo que está ampliamente explicada e ilustrada nuestra relación con el universo. En resumen, si el tamaño del planeta Tierra en comparación con todos los demás astros, galaxias y masas planetarias del universo no es nada, siquiera un minúsculo grano de arena, los miles de millones de seres humanos que la habitamos no podemos ser más que microscópicas bacterias. Eso sí, bacterias pensantes y racionales que en su ADN poseen un alto coeficiente dirigido hacia la construcción y, lamentablemente, debido a algunas desviaciones cromosómicas, algunas encaminadas hacia la destrucción. Sí, míseras bacterias comunes. Apenas nos distinguimos de otras inferiores porque tenemos conciencia. Sabemos qué, cómo, cuándo, dónde y porqué hacemos las cosas. Tenemos pleno conocimiento de ello. No se desanimen. Todavía seguiremos poblando nuestra Pequeña Roca estelar por milenios. Ser simples bacterias es lo más optimista que nos pudo ocurrir. No es algo tan malo. De repente no somos siquiera eso. ¿No lo creen?


©Diego Fortunato