Para comenzar tenemos que abrir nuestro cerebro, más que nuestros ojos. Entablar un diálogo con la naturaleza. Escucharla. Ella constantemente nos habla y nosotros parecemos sordos. No queremos oírla y los códigos para entender el misterio de la invisibilidad están allí. En principio hay que analizar la bioquímica de algunos insectos, peces, moluscos y ofidios para comprender y saber cómo logran su invisibilidad parcial. Extraer de sus cuerpos las enzimas y células que lo hacen posible y esto se logra decodificando su ADN. Allí está escrito no uno, sino muchos secretos, además de la “invisibilidad viva” animal. No es necesario buscar más allá del espacio. El secreto está debajo de nuestras propias narices.
Después de ese estudio preliminar, buscaremos lograr la invisibilidad en forma total doblando la luz hacia atrás. El proceso es simple, lo complicado es transformar en sus justas proporciones algunos metamariales electromagnéticos que logran que la luz se doble tanto hacia atrás como alrededor de su misma irradiación.
No, no es ciencia ficción, sino un hecho científico que pronto será tan irrefutable como la ecuación E=m.c², de la teoría de la relatividad de Einstein. Cobre, fibra de vidrio, oxígeno comprimido, microondas, oro, plata, cloruro de magnesio, condensación de rayos gamma, circuitos eléctricos y magnéticos, son algunos de los materiales con los que hay que empezar a trabajar. El secreto y la posibilidad de logarlo están en el ingenio humano. En descifrar cómo y en qué “piensan” esos materiales y cómo hacer que se unan sin crear caos en sus moléculas. Es el reto para domeñar la luz, doblarla hacia atrás, y hacer que nos obedezca.
Quizás la inteligencia divina que domina el cosmos, el infracosmos, el subcosmos y todos los universos paralelos que hay más allá del infinito, haya decido que todavía no es el momento. Que hay que esperar que el ser humano evolucione. Que su conciencia y sentidos hayan alcanzado la paz espiritual de la que tanto adolece, para que las miles de utilidades que se logran al doblar la luz hacia atrás, no sean utilizadas con fines bélicos o maléficos. En fin, la solución está ante nuestros ojos.
Cuando lo logremos, los campos de luz serán nuestra armadura invisible y no se trata de engañar al ojo, tal como hacían los famosos ninjas japoneses, sino una invisibilidad real, no un camuflaje.
Doblar la luz hacia atrás es una realidad. Sólo resta esperar. ¿Qué harías tú si fueses invisible?... Precisamente por eso, hay que esperar.
©Diego Fortunato