domingo, 18 de marzo de 2012

EL ARTE DE LA FELICIDAD©





   Hay dos formas para alcanzar la felicidad, la plena felicidad. La felicidad que llena y embarga tanto el alma como el cuerpo. Una, es a través de Dios, del misticismo religioso, pero no empalagoso, el cual obnubila y ciega razón e intelecto, sino del misticismo puro. No del fanático, el cual es obra de las bestias inmundas de la oscuridad mental y conlleva al mal, a la destrucción y al terrorismo, tanto psíquico como material. El misticismo puro es simple y no necesita muchas explicaciones. Es la materia espiritual que circula por cada una de nuestras venas y brota por todos y cada uno de nuestros poros. El misticismo puro consiste en estar en constante comunión con Dios. Es esa paz interior que se saborea cuando nuestro ser, nuestra alma, vive imbuida y en armonía con el Espíritu Santo. El que encontró a Dios y lo alberga en su corazón sabe a qué me refiero. Ellos no necesitan más palabras ni explicaciones. Y cuando me refiero a Dios es a Dios, único e indivisible, porque en el universo existe un único Dios, no importa a qué religión pertenezca o como se llame, porque Dios es uno sólo. No importa qué figura, forma o nombre se le dé en las diferentes religiones o lenguas existentes. Es uno solo y punto. En eso no hay discusión posible y tampoco debe existir ninguna duda en la mente de los humanos. Es inteligencia superior e infinita. Pero dejemos esta disertación hasta aquí, ya que no es tema de este Evangelio Sotroc considerar la infinita omnipotencia divina y las razones que le indujeron a Dios a “parcelar” al hombre, al humano, en diferentes religiones… ¿Fue para sopesar su confusión o valorar su integridad? Quizás sí quizás no. Por ahora no me está permitido revelarlo.



   Después de referir someramente la primera forma de ser feliz, de alcanzar la felicidad, y que, a la postre, es la más íntegra de las dos, paso a detallar, también someramente, la segunda manera de ser feliz, la cual no es tan simple, pero si totalmente posible y enriquecedora para el espíritu humano e indispensable para su paz interior.
   Esta felicidad se logra a plenitud educando al cerebro. Es un arte, es el Arte de la Felicidad y se alcanza haciendo ejercicios diarios, tanto conscientes como subconscientes. Esos son los dos, y únicos, niveles para el aprendizaje del Arte de la Felicidad. Y, para practicar este arte, hay que hacer ejercicios, tal como lo hacen las bailarinas de ballet o los cantantes de ópera que quieren convertirse en Prima Donna, Tenor o Soprano. En el caso que nos compete, se trata de ser felices, nada más.
   Como si estuviésemos en una escuela, para aprender el Arte de la Felicidad se tiene que comenzar por el Primer Nivel para luego pasar al Segundo, el cual, debido a que es subconsciente, se consigue, igualmente, de forma subconsciente y para activarse sólo se necesita superar la prueba consciente del Primer Nivel. O sea, si no se pasa la prueba final del Primer Nivel es imposible alcanzar el Segundo, ya que nuestra psiquis y cerebro y sus órganos receptores de energía no funcionarían en tal sentido ya que no tienen una respuesta motivacional y tanto las dentritas y axones de una gran parte de nuestras neuronas no transmitirían el mensaje a todo nuestro ser porque no tendrían nada que trasmitir. Por tal motivo, pasar el Primer Nivel es fundamental. De otra forma no funcionaría.

   Los ejercicios para aprender el Arte de la Felicidad son simples pero rigurosos en su cumplimiento. En primer lugar debo decirles que se debe tener la mente bien abierta. No debe existir ningún obstáculo o “basura” mental, sea ideológica, moral o religiosa, que obstruya el hilo conductor del ejercicio.
   Con el Arte de la Felicidad se busca conformar, motivar, tonificar y agrandar en cientos de neuronas nuevas la masa encefálica gracias a la neuroplasticidad de nuestro cerebro. Se trata de entrenar y educar a nuestro cerebro con ejercicios diarios, tal como si se tratase de ejercicios físicos para agrandar y tonificar nuestra masa muscular.
   De tal manera, comenzaré relatando en qué consisten estos ejercicios una vez que la mente esté sin obstrucciones y no tenga “basura” en ella. En primer lugar hay eliminar de la mente pensamientos y emociones negativas como la ira, la envidia, el odio, celos, codicia, etcétera y convertirlos en estados de ánimo positivo que conlleven a la paz, al amor y comprensión, a través de pensamientos positivos imbuidos de perdón, compasión y tolerancia, los cuales llevarán al ser humano a la felicidad. En segundo lugar hay que ser totalmente optimista y positivo y no dañar a nadie. En el Arte de la Felicidad no existe la palabra enemigo, sólo amigo, semejante, prójimo, al que hay que ayudar y amar. El tercer paso consiste en amar a la vida y a la naturaleza, como a todos sus componentes, sean microbios, animales, plantas, montañas, etcétera, y considerarlos como parte de un todo y, ese todo, también eres tú. Es la simbiosis milagrosa del todo y la nada, el alfa y el omega. Tienes que sentirte y convencerte, sin el menor dejo de duda, que eres un engranaje importante de ese todo y que ese todo también necesita de ti para subsistir. Al hacer los ejercicios descritos de diez a quince minutos diarios, pronto empezarás a sentir amor, mucho amor, a amarte a ti mismo y, sin darte casi cuenta, a sentirte inmensamente feliz, porque además de otros atributos, comenzarás a conocerte a ti mismo y, lo que es mejor, a aceptarte y quererte tal como eres.


   En fin, el Arte de la Felicidad consiste en ejercitar el cerebro diariamente con pensamientos positivos y la panacea para que el ser humano lo pueda lograr en forma rápida y efectiva es amando al prójimo como a sí mismo. El amor y la fe lo es todo… ¡Inténtenlo y su vida comenzará a cambiar!




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