jueves, 21 de noviembre de 2013

LA MISIÓN©




      Quizás la pregunta sin respuesta que más se han hecho miles de millones de seres humanos a través de toda la historia del universo es: ¿Cuál es nuestra misión sobre la Tierra? Y enseguida inquieren: ¿Por qué estamos aquí? ¿Cuál es nuestro objetivo? ¿Cuál nuestra función dentro del perfecto ensamble universal que nos rodea? La otra gran interrogante humana es ¿De dónde venimos? Pero hoy en nuestro Evangelios Sotroc trataremos únicamente la primera de las grandes interrogantes universales: ¿Cuál es nuestra misión sobre la Tierra?
   Muchas respuestas se han dado. Algunas vagas, otra carentes de cualquier imaginación y coherencia. Comenzaré por descartar la más importante, a nivel religioso, de una de ellas. Las demás son tan insustanciales que siquiera vale la pena tomarlas en cuenta.



       En el libro del Génesis se afirma que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, y, para explicarles su función sobre la Tierra los bendijo con estas palabras: Sean fructíferos y multiplíquense; llenen la tierra y sométanla; dominen a los peces del mar y a las aves del cielo, y a todos los reptiles que se arrastran por el suelo. (Génesis 1:28). Bastante vago, si nos ponemos a discernir que el ser humano es obra de un ser Todopoderoso, Divino, Perfecto y Omnipotente, Creador del cielo y la Tierra, qué nos dotó de un cerebro admirable (aún sin descifrar en su total dimensión y verdadero alcance) y más poderos y perfecto que cualquier computadora o máquina existente o por existir. De un cuerpo humano con una anatomía envidiable, donde cada órgano, músculo, hueso, nervio o célula tiene una misión específica para que todo funcione a la perfección. ¡Todo es perfecto en el cuerpo humano y todo, hasta la más microscópica de las células, tiene una misión específica y vital, entonces cómo pensar que la misión de ese acople de perfección es únicamente la de procrear, trabajar y multiplicarse para llenar a la Tierra y someter y dominar a los animales que están sobre ella (cosa que me parece absurda y estúpidamente odiosa), ya que también fueron obra de Dios.



      Los animales no están sobre la Tierra sólo para proveer al hombre del alimento necesario para sobrevivir. Cumplen otras y sorprendentes funciones, pero eso de afirmar que fueron creados para que el hombre pueda someter y dominar a especies, muchas de ellas inferiores al hombre en fuerza, tamaño y aptitudes, es un desatino. Mucho más cuando el hombre es un depredador por excelencia y el ser vivo más peligroso y explosivo que hay en el universo que conocemos hasta hoy en día. Reconozco (aunque tengo mis dudas) que la función y misión de la gran mayoría de los animales que hay en el planeta es la de proveer alimento y subsistencia a otros seres carnívoros en su espiral evolutiva, además de otras más específicas como vestimenta, adornos, utensilios e insumos médicos, sólo para citar algunas de sus “utilidades humanas”. Por otra parte, también sabemos que sin los insectos no existiría vida sobre el planeta y que las bacterias (en nuestro cuerpo alojamos miles de millones de ellas) son nuestro “escudo protector”, ya que impiden que seamos atacados por otras bacterias externas que podrían enfermarnos y causaron la muerte. Tampoco es un secreto que mientras estamos durmiendo neuronas, dentritas y axones, atacan y reparan con precisión milimétrica cualquier imperfección o mal funcionamiento de nuestro cuerpo. Esa misión la cumplen todos los días de nuestras vidas sin faltar uno solo. De otra forma podríamos morir porque significa que nuestro cerebro dejó de funcionar de forma saludable. Sabemos que las plantas, las algas del mar y la naturaleza toda nos mantienen vivos y respirando gracias a la fotosíntesis, fuente fundamental de toda vida en el planeta, ya que tiene las capacidad de sintetizas la materia orgánica, además de la producción de oxígeno y capa protectora de ozono. Esa es su misión: la de mantenernos vivos. Podrían citarse otros miles de ejemplos, pero creo que los señalados dejan clara la perspectiva de la misión que cumplen animales y plantas sobre el planeta Tierra.



         Todos y todo en el universo tienen una misión específica y bastante compleja. Entonces, porqué el ser humano, esa máquina perfecta, la creación más grande de Dios, sólo debe tener como simple misión de vida procrear, trabajar, reproducirse y dominar, cosa que hacen por instinto “animales inferiores” y bacterias. Totalmente inaudito, absurdo y fuera de toda lógica elemental. Sería un insulto al Creador. Una profanación a su deidad y una ofensa a su Sabiduría Infinita y Omnipotencia. Definitivamente, un vil insulto a la dignidad divina. Un sacrilegio. Y esto vale para todas las religiones existentes en el mundo que creen en un Dios Omnipotente y en la Creación Divina.
   No voy a extenderme ni abundar en más detalles sobre la función y misión de todo lo que Dios creó sobre la Tierra, porque sería harto estúpido y me desviaría del tema central: la misión del hombre sobre la Tierra.

       En vista de que no hay nada concluyente, ninguna razón coherente sobre la misión del hombre sobre la Tierra, deduzco, sólo deduzco, que el planeta Tierra es y fue concebido como un inmenso Campo de Entrenamiento donde los seres humanos son sometidos a pruebas y observados por el Creador mientras se capacitan para cumplir su verdadera misión, la cual indudablemente existe, pero que sólo comienza con la muerte física. Preciso: Cuando el ser humano muere, cuando le “llegó la hora”, es porque está listo, capacitado para comenzar a realizar la verdadera misión para la que fue creado y puesto sobre la Tierra. Al morir, los humanos comenzamos a ejercitar y cumplir la verdadera misión por la que se nos dio la vida, que, como afirmé antes, fue única y exclusivamente para capacitarnos y, lo más seguro, para desechar a los de espíritu y mente imperfecta o perversa.
   Es incoherente pensar el Creador puso a los hombres sobre el planeta para conquistar y morir. Absurdo. A otros para enriquecerse y morir. Inaudito. A un centenar de millones de personas más para depurarse espiritualmente. Extravagante. A muchísimos más para sufrir hambre y penurias y morir en la indigencia. Cruel. A otros para cultivar las artes y morir dejando una huella de su paso por la vida. Vanidad. A otros para trabajar hasta la muerte. Brutal. Y así un sucesivo rosario de incongruencias banales sobre la vida y misión del ser humano. Nada más lejos de la verdad. Ninguna de esas u otras es la misión que le tiene reservado el Todopoderoso a los seres humanos.


         En fin, y para evitar extenderme en trivialidades, concluyo afirmando con todo convencimiento que con la muerte comienza la verdadera vida y la revelación del por qué fuimos creados y cuál es la misión que el hombre debe cumplir, la cual, sin ningún lugar a dudas, estará llena de perfección y espiritualidad.
   La muerte es la vida misma y nuestra misión comenzará al morir... ¡Créelo!



Diego Fortunato©


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domingo, 23 de junio de 2013

LA MATERIA VIVA HABLA



En el universo todo es cambiante. Hasta la nada es cambiante. La energía que lo integra, que es parte de la misma materia, también es cambiante. Se transforma de una a otra. No se destruye. Cambia y evoluciona. El cuerpo humano es una gran máquina transformadora de energía porque es energía pura. El universo, en un setenta y tanto por ciento de su espacio infinito, es energía. Vivimos y formamos parte de un universo repleto de energía. Y en ese universo variable y lleno de energía existen miles de cuatrillones de formas de comunicación. Los humanos, como toda materia viva, utilizan el lenguaje, que es una forma primitiva de comunicación. La voz procesada en las cuerdas vocales y que brota por la garganta también es energía. Energía que al salir de la boca se transforma, cambia su estado. Desde los inicios de la humanidad, el lenguaje ha ido evolucionando y cambiando. Así sucedió a través de los siglos y seguirá transformándose, ya que los sonidos que emiten las bocas, sean de humanos o animales, se transmuta en el espacio-tiempo circundante. Esa energía sónica que brota de lo profundo de las gargantas se convierte en un tipo de energía diádica o blanca.


Hay que dejar bien claro que nuestro lenguaje, la forma de comunicación de los humanos, es diversa de una cultura a otra. Se utilizan idiomas diferentes de acuerdo a la latitud o país del orbe. Un chino y un musulmán no pueden comunicarse unos a otros en su mismo idioma porque, simplemente, es muy diferente uno de otro y no se entenderían jamás. Deberían utilizar, a fin de lograr una mínima comunicación, el lenguaje corporal o gestual. Y así sucedería con la infinidad de idiomas, lenguas y dialectos dispersos en el planeta. El humano no podría siquiera entender el lenguaje gestual de un miembro de una tribu del Amazonas porque, simplemente, su lenguaje gestual, el que han utilizado esos aborígenes apartados de la civilización occidental durante milenios, es diverso al utilizado en las grandes urbes actuales. En fin, en ocasiones es hasta imposible comunicarnos con seres de nuestra propia especie porque no conocemos y no sabemos descifrar su forma de comunicación.

Por tal motivo, no se asombren si afirmo que la Materia Viva, que es toda la energía y masa que compone el universo, también tiene su forma de comunicación. Que habla. Y, aunque parezca insólito, también “respira”. Es una realidad inobjetable. Los científicos no han tenido todavía la valentía y agudeza intelectual de asumirlo como un hecho cierto porque no han logrado descifrar los “simples” códigos del Genoma Universal. Siguen en el preescolar cósmico. Es prematuro pedirles más ya que siquiera han logrado interpretar el diálogo de los delfines, el más elemental de todos los lenguajes. Menos el de los manatíes, toninas y ballenas, que casi a gritos no dicen “¡imbéciles humanos, cuándo nos comprenderán! ¿Cuándo podremos sostener una seria conversación y explicarnos porqué nos asesinan a mansalva?”. Y siguiendo con el pequeño rosario de reproches interiores, debo obligatoriamente señalar que los humanos esbozan cierto curioso asombro ante las aptitudes de los loros parlanchines, sin saber que poseen desde siglos inmemoriales, gracias a su capacidad auditiva y sónica, el don de la palabra. Si quisiesen, estarían hablando más que cualquier humano, pero debido a nuestra ciega y arcaica incomprensión, todavía no se han permitido revelarse como “seres parlantes”.


De tal forma les diré que no sólo los pájaros se comunican (“hablan”) entre si y tienen sus propios lenguajes, sino que también piensan. Entre todas las especies existentes en el planeta, los pájaros poseen y dominan a la perfección una gran diversidad de “idiomas” y dialectos para comunicarse, aunque una cosa es común en todos ellos: su lenguaje corporal. En todas y cada una de las especies es idéntica. No hay variación. Está escrito en su ADN. Su inteligencia los ha hecho evolucionar más que los humanos y eso gracias a una sola cosa: sus instintos. Los humanos de las cavernas, nuestros ancestros cavernícolas, también poseían esa facultad instintiva la cual a través de la evolución de las especies se les fue adormeciendo. Sólo unos pocos en la Tierra tienen el privilegio de mantener aún viva y casi intacta esa condición que es muy necesaria para la supervivencia.
De la misma forma como ocurre con las aves del planeta Tierra, pasa con los peces, mamíferos, microbios, gérmenes, bacterias y virus. Todos tienen su propio lenguaje y forma de comunicarse. Unos más avanzados que otros, pero lenguaje al fin. (Ver Evangelios Sotroc EL LENGUAJE DE LOS ANIMALES, ¿QUÉ PIENSAN LOS ZANCUDOS? y EL PENSAMIENTO DE LAS COSAS INANIMADAS).


Lo mismo sucede con lo que lo humanos llaman, erróneamente, materia inanimada, como las piedras, rocas, guijarros, montañas. Ellas también piensan, se comunican y tiene su propio lenguaje. Igual pasa con el agua. Con los mares, ríos y océanos. Todo esto lo pueden lograr debido a que son energía en transformación y constante cambio. El vehículo conductor que logra unirlos y comunicarlos a inmensas distancias son los neutrinos, una forma de energía invisible al ojo humano que está en todos lados, al igual que el oxígeno que respiras. El cuerpo humano, cada cuerpo humano, aloja miles de millones de cuatrillones de neutrinos. Estos van y vienen, se renuevan y cambian. Son los “hilos conductores” de la vida aunque tienen carga eléctrica neutra y masa cero. Y, lo paradójico y casi increíble, los neutrinos, además de tener vida propia, también hablan. Se comunican entre sí y con otros tipos de energía invisible.
Todo lo que se mueve, vive o existe en la Tierra y otros planetas, galaxias y el universo entero, tiene un lenguaje propio. No importa que sea una piedra, un pedazo de vidrio o un espejo. Ellos se comunican. Tiene su propia forma de comunicarse, de hablar y “gritarse” entre ellos. Sólo falta descubrirlo. Cuando un vidrio, por ejemplo, entra en contacto con la piel de un ser humano, este, el vidrio, trata de comunicarse con el individuo. Así de fácil. No es necesario ser un genio para demostrarlo. En un experimento simple y doméstico, el cual puede realizar cualquiera, hasta un niño de dos años, se podrá escuchar el lenguaje del vidrio, así como de cualquier otra materia inanimada. En el caso del vidrio, la demostración es fácil y sencilla. Moje de saliva la yema de su dedo índice -o cualquier otro- con la punta de la lengua. Muy poca saliva será suficiente. Sólo humedézcalo. Antes de que se seque páselo con vigor sobre la superficie lisa del vidrio. Verá como enseguida tendrá una respuesta. Como la superficie del cristal dejará salir un ligero chirrido. Es una forma del vidrio de decirnos “eso me gusta”, ya que lo asume como una caricia. Sea como sea, emitió un sonido y el sonido es energía sonora, la cual enseguida, al instante de pasar el dedo sobre la superficie lisa del vidrio, se transformó en energía vocal”, en un lenguaje. En una forma de comunicación. Que aún no se hayan podido descifrar sus códigos, es otra cosa, pero es un tipo de lenguaje. Igual sucede cuando tiras una piedra para estrellarla contra otra. Al producirse el choque de las dos piezas el sonido que emite no es otra cosa que un “grito de piedad” ya que la piedra se ve amenazada de destrucción. En ese momento las piedras piensas. Ambas piensan. La que va en el aire y la que está en el suelo. Y, si piensan rápido, después del encontronazo se esconderán. Irán a ocultarse, a camuflarse, entre las otras piedras similares que están en los alrededores. La que se arrojó con fuerza contra la otra distante tiene más oportunidad de ocultarse de la que estaba en el suelo. De allí en adelante sólo es cuestión de suerte y “habilidades pedruscas”.


Es tan cierta la auteticidad del lenguaje de la Materia Viva que hasta los sentimientos tienen su eficaz lenguaje. Escondidos en su refugio del lóbulo temporal del cerebro, como son energía pura, cambiante y altamente dúctil, los sentimientos tiene su propio y único lenguaje, entendible sólo por todos los miles de millones de neuronas, dendritas, neuritas y miles de billones de circuitos eléctricos que integran el cerebro humano.
Si los humanos siguen con su ceguera mental, pronto se quedarán sordos y nunca oirán el lenguaje de la Materia Viva, parte vital del universo y de su propia alma. ¿Escuchaste?... No, no a mí, sino al eco de la Materia Viva que vibra dentro de tu corazón… ¿No? Vuelve a intentarlo y pronto lo escucharás. ¡La materia Viva habla!... El universo entero habla y nadie parece escucharlo y eso que grita durísimo. Tan duro que es capaz de dejar a toda la humanidad sorda, no obstante nadie escucha…



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sábado, 27 de abril de 2013

2.336: AÑO DE LA PARUSÍA©



   Durante un sueño me fue revelado un código extraño, un código que me daría acceso al conocimiento más extraordinario que ser humano haya podido tener. Al principio no entendía de qué se trataba y qué debía hacer para poder descifrarlo. Busqué interpretarlo en lo complicado, pero no lo logré. Estaba inquieto y obcecado. Tan ciego estaba, que no me percaté que la solución era simple. La tenía delante de los ojos, grande y totalmente legible. Eran unos números. Cuatro dígitos ordenados en perfecta armonía. El misterio se había develado. Suspiré aliviado cuando en una amplia y moderna pantalla, muy semejante a la de los despertadores digitales, vi un número de cuatro dígitos consecutivos, todos de color verde, titilante e inconfundible. Sin error alguno leí en forma clara 2336. El simple número no me decía absolutamente nada. Aunque no entendía su significado, no dejaba de ser una incógnita. Embelesado y metido casi de cuerpo entero en el reloj del tiempo lo seguí contemplando satisfecho. No tanto por el número en sí, el cual tenía delante de mis ojos, sino por haber logrado encontrar un código que instantes antes, instantes que parecían interminables, se me había negado a la vista y a la razón.


   Olvidé contarles que durante el tiempo que permanecí sumergido en el reloj del tiempo había una mujer cerca de mí. Era rubia, muy rubia. Sin duda alguna la conocía muy bien. Sabía quién era. En tiempos pasados habíamos tenido una relación sentimental, pero ahora la relación era diferente, muy espiritual. Ahora ella muy afanosamente me ayuda a buscar el código, el código que me solicitaba el reloj del tiempo para seguir funcionando. Solícito le pedía que me ayudase a buscar el símbolo oculto. Que utilizase sus ojos, aún jóvenes, para hallar la respuesta que no podía conseguir con los míos, viejos y agotados. De repente creí ver unos borrosos números con letras intercaladas. Eran muy pequeños. Estaban arriba y a mí izquierda en el reloj del tiempo y cuando les fijaba la vista estos se diluían, se evaporaban en fracciones de segundos y no dejaban que los pudiese leer con claridad, mucho menos interpretarlos. Aparecían y desaparecían con la misma velocidad y borrosa intensidad. Desesperado levanté mi mano izquierda y con el pulgar traté de limpiar su opacidad, su velo, pero mientras lo hacían estos desaparecían aún más rápido. Lo seguí intentando varias veces. No me entregaba. Insistía sin descanso en mí desorientada búsqueda. De pronto, exhausto y desesperado, giré los ojos y allí estaba el titilante y claro 2336 esperando a que lo viese. Estaba enmarcado en un cuadrado nácar negro. Era el marco que lo sostenía en el tiempo y en el espacio.


   Lo estuve contemplando un buen rato. Aquél incógnito 2336 no me decía nada. Absolutamente nada. Sólo era un número, grande y titilante. De pronto, mientras lo observaba vino a mi memoria la palabra parusía. ¡Qué ése sería el año de la segunda y gloriosa venida de Jesucristo a la Tierra, o sea la parusía! Con ese pensamiento rondando mi sueño desperté. Dudas e incertidumbre cabalgaban como corceles en fuga entre los pliegues de mi cerebro. ¿Qué querría significar aquél extraño número? ¿Era una revelación? ¿Un indicio de lo que ocurrirá en el futuro cercano?.. No lo sé, simplemente no lo sé.
   Días antes de mi revelador sueño, tal como lo he venido haciendo todas las mañanas durante los últimos años, estuve leyendo pequeños párrafos de la Biblia, a veces en forma aleatoria, otras todo un evangelio continuo, pero en pequeños trozos. Mi lectura siempre es corta y rápida, pero no por ello deja de ser profunda y reflexiva. El día antes de mi revelador sueño leía la segunda carta de san Pablo a los tesalonicenses, donde el apóstol y evangelista escribe sobre la segunda venida de Cristo.


   Después de despertar y durante parte de la mañana pensé en el sueño que había tenido y en aquel número que se había tatuado en mi memoria de tal forma que parecía no querer abandonarme nunca. En mis pensamientos había cierto desconcierto. A fin dar por terminado con aquello, tomé la Biblia y me puse a releer el capítulo 2 de la segunda carta de san Pablo a los tesalonicenses. Esta dice: Hermanos, respecto de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con Él, os rogamos que no os dejéis tan fácilmente impresionar ni os alarméis por supuestas revelaciones, palabras o cartas que os induzcan a pensar que el día del Señor es inminente, por más que se os diga que son nuestras. Que nadie os engañe en modo alguno, porque antes ha de venir la apostasía (o sea el abandono de la fe cristiana, el rechazo y negación de la fe y el bautismo) y ha de aparecer el hombre de la iniquidad, el destinado a la perdición, el adversario, que se levantará contra todo lo divino y todo lo que tenga carácter religioso, hasta llegar a sentarse en el santuario de Dios (se refería al anticristo, que no es otra cosa que una fuerza de orden moral guiada por Satanás).

   No sé qué interpretación darle a todo esto. En mí sueño se reveló el vocablo parusía, o sea el momento de la segunda venida a la Tierra de nuestro señor Jesucristo. ¿Será esa la fecha? No lo sé. Quizás sólo fue un sueño, quizás una simple pesadilla. No lo sé. Quizás podría ser una premonición, quizás una revelación. No lo sé.
Diego Fortunato©

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viernes, 8 de marzo de 2013

MUNDOS PARALELOS



   Unos están encima de nosotros, otros debajo. Nunca se ocultan, conviven con nuestro mundo. Sólo en extrañas y anormales circunstancias se entremezclan con nosotros. Y cuando lo hacen buscan despavoridos y desesperadamente regresar a sus mundos. A veces quedan atrapados por muchos años, muchísimos años, en raras ocasiones hasta siglos, muchos siglos. Son seres de nuestros Mundos Paralelos. No sólo hay uno sino varios, a los cuales no podemos ver ni sentir. Sólo pocas personas tienen la capacidad de percibirlos, otros, muy escasos, de verlos por instantes y comunicarse con ellos. No son Mundos del Más Allá, sino del Más Acá, porque están con nosotros y hacen su vida diaria tan igual a nosotros. Tienen sus luchas internas y sus intereses y hasta sus propias guerras, a las cuales a veces nosotros percibimos bajo los descritos fenómenos del tiempo-espacio. No a los grandes huracanes, maremotos y ciclones, que también los afectan a ellos, sino a los del planeta Tierra y de todo el universo, como la expansión y crecimiento de las galaxias y reducción de los continentes, así como a la sistemática e inevitable desaparición de costas e islas sobre la tierra porque todo será, nuevamente, imperio del mar. El hombre y el planeta van juntos en perfecta y simétrica proporción. Tal como el planeta Tierra es ochenta y cinco por ciento de agua, así es el ser humano. Pero esas proporciones variarán dentro de poco y tanto el mar como el hombre regresarán a su noventa y cinco por ciento de agua. El perfecto equilibrio para que todo vuelva a comenzar y el ser humano pueda “arar” en pos de una Tierra Nueva.




   Pero volviendo a nuestro Evangelio, revelaré que no sólo hay un Mundo Paralelo, sino de muchos. No sé cuantos y todos están habitados por seres que no vemos. Algunos de ellos sí nos ven a nosotros y hasta caminan con nosotros, muy juntos a nuestras sombras. Otros conviven en nuestros propios hogares y oficinas. Unos son protectores, otros espíritus burladores, hostigadores y maliciosos. Los de los apartamentos y grandes construcciones son en su mayoría malévolos porque pertenecen a almas atormentadas y plañideras que vagan entre nuestros muros en busca de descanso. Hay también Mundos Paralelos donde los seres que lo habitan se ven en negativo. Como la imagen de un negativo de fotografía en blanco y negro, pero se mueven, hablan, viven y se reproducen. Esos seres sufren y mucho, porque sus pensamientos son muy negativos, depresivos y apocalípticos. De hecho no son malos, sino seres atrapados en sus mentes, por sus ideas obsesivas que les hacen ver todo oscuro. Su cielo también casi siempre es oscuro, casi negro, como a borde de tormenta, igual que sus noches, que son de un negro azabache fúnebre, tan mortuorio como los pensamientos de los que viven en ese mundo.


   Su población, la de casi todos los Mundos Paralelos es tan grande como la nuestra. En algunos casos superior en miles de millones de habitantes. Hay mundos pequeños y muy microscópicos, que nos quintuplican en escala de millón a mil habitantes y están entre nosotros para cuidarnos, para proteger nuestra salud. Hay otros menos grandes que están entre nosotros para destruirnos. Hay Mundos Paralelos poblados por seres de las mismas características físicas nuestras a los cuales no podemos ver. Ellos sí a nosotros. A veces nos aconsejan, cuidan y susurran al oído. Son los que los seres de la tierra llamamos conciencia. Esas premoniciones que decimos percibir, ese sexto sentido del que nos vanagloriamos tener. Son esas materias invisibles que decimos ser nuestros protectores, a las cuales también llamamos ángeles de la guarda. ¡Claro qué existen! Los ángeles existen. Están camuflados y caminan entre la gente en las más disímiles formas. Unos toman prestados los cuerpos de un perro, que son los más comunes y la forma más práctica y menos “visible” de estar entre los humanos. Otros se mimetizan en flores, pájaros, árboles, camas, sillas, bastones, paredes, prendedores y hasta en una simple gota de rocío. Aunque en su esencia etérea y divina es, simple y llanamente, la luz. La luz que nos alumbra día y noche. Cualquier luz, aunque sea muy opaca y diminuta. Son seres de luz. Los seres de los Mundos de Luz son buenos y pacificadores. Buscan siempre nuestro bien y protegernos del mal. Siempre están con nosotros, sin importar el aspecto que tomen, porque la misión de ese Mundo Paralelo, de todos y cada uno de sus habitantes, los cuales son educados y entrenados en la disciplina del amor desde que nacen, es la de cuidarnos. De conducirnos hacia la pureza del alma. Unos los logran, otros fracasan estruendosamente, por lo que a veces son reprendidos con amor, misericordia y paciencia divina. A veces se introducen en nuestros sueños y luchan contra los seres de otro Mundo Paralelo que también penetran nuestros sueños con la intención de perturbarlos y distorsionarlos. Cuando la lucha es muy encarnizada, nos hacen despertar sobresaltados y llenos de angustia. Es lo que lo seres de mi mundo, este mundo en el que estoy escribiendo, llamamos pesadillas.
   Hay Mundos Paralelos fantasmagóricos que conviven con nosotros, pero no son hostiles. Su misión es la de observar y tener misericordia de nosotros. Son las miles de millones de almas que vagan en el limbo del universo y que los católicos suelen llamar Purgatorio. Ese mundo está lleno de nuestros seres queridos y de los ancestros más ancestrales de ellos hasta llegar a la prehistoria y al inicio de la vida. Se conocen y se ayudan. Se reúnen en comunas y trazan planes para ayudarnos y conducirnos hacia una vida signada por el bien y más placentera en nuestro mundo para que cuando nosotros vayamos a formar parte del de ellos, lo ayudemos con nuestra experiencia terrena. Ellos carecen de tecnología y ciencia, no por no tener las capacidades de utilizarlas sino porque para la conclusión de sus metas no las necesitan. El enriquecimiento del espíritu no necesita de erudición, sino sólo de amor.
   Los que si tienen una muy alta y súper avanzada tecnología, las cual es años luz superior a la de nuestro mundo, es el Mundo Paralelo de los Sabios, los cuales experimentan con nosotros como si fuésemos, y de hecho lo somos, sus conejillos de indias. Son tan sabios los seres de ese mundo que tienen la capacidad de materializarse ante nosotros y viajar por apartados lugares del universo en busca de conocimientos y nuevos descubrimientos. Son los Cristóbal Colón del espacio. Muchos los llaman extraterrestres, otros alienígenas, grises o marcianos. A sus carabelas los humanos las han etiquetado con la sigla de OVNI, que quiere decir Objetos Voladores No Identificados.


   Hay Mundos Paralelos tan microscópicamente pequeños que viven dentro y fuera de nosotros. O sea, dentro y fuera del cuerpo humano. Hay múltiples ejemplos de ellos, pero hay que significar uno que apenas lleva una década y algo más de ser descubierto por la ciencia terrena, que es el genoma humano, una especie de bitácora universal donde está escrita toda la historia de vida de cada individuo y su herencia desde el principio de los principios. Está enrollada microscópicamente en cada célula y es tan larga que si la ancláramos en la Tierra y comenzaríamos a desenrollarla en forma lineal llegaríamos hasta más allá del planeta Marte.
   En el exterior de los cuerpos humanos viven y conviven sin conocerse a ellos mismos Mundos Paralelos en nuestras cejas, párpados, cabellos y pelos del cuerpo. Y, lo más extraordinario, siquiera se conocen o saben que existen estando tan cerca el uno del otro. El Mundo de los Parpados no sabe que existe el Mundo de las Cejas y ninguno de ellos del Mundo del Cabello. Se reproducen diariamente por miles de millones y en su morfología son totalmente diferentes unos de otros. Su aspecto, el de todos ellos, es aterrador, monstruoso. Vistos a través de microscopios electrónicos y fotografiados con un sistema láser muy avanzado y ampliados en sus tamaños originales millonésimas de veces, esos seres que viven y conviven en nuestros cuerpos tienen aspecto demoníaco y fiero. Pero no nos hacen daño. Más bien nos protegen. Nos cuidan de infecciones y enfermedades maliciosas, tanto de nuestros ojos como del cabello. Son necesarios, como necesariamente vitales para la vida humana es el Mundo Paralelo de las Bacterias, que son nuestro sustento de vida. Sin los miles de millones de los microscópicos seres que habitan el Mundo Paralelo de las Bacterias, la vida no podría existir sobre la Tierra. Si ese Mundo Paralelo deja de invadir el cuerpo humano, el hombre y toda vida sobre el planeta se extinguirían en un instante ya que pestes y enfermedades minarían nuestro cuerpo conduciéndonos pronto a una muerte segura e inevitable por carecer de esos anticuerpos vitales.
   Hay otros Mundos Paralelos que los humanos llaman inframundos. Son malignos y perversos. De estos hay de varios tipos y clasificaciones. Los microscópicos moran y hacen vida en los laberintos de nuestra mente. Son ponzoñosos y nos aconsejan y seducen a tomar el camino corto y la senda del mal. La mayoría de los seres humanos vivimos en lucha permanente contra ellos con la ayuda de otros Mundos Paralelos. A veces ganamos la batalla. Otra la perdemos. Los que salen derrotados, vencidos por ese mundo de los atajos, las dudas y los miedos, deben ser tratados o recluidos en hospitales especiales. Muchos, con la ayuda de la medicina humana, logran salir del abismo donde lo llevaron los seres de ese Mundo Paralelo y siniestro lleno de demonios no más grandes que una célula. Otros permanecerán en sus tinieblas hasta que mueren.


   Dentro del inframundo maligno hay Mundos Ocultos no descubiertos, que algunos llaman la morada del bisabuelo de Satán, que también convive su día a día entre nosotros. Y no es uno sólo como suele creerse sino una legión de ellos, los cuales conforman el Ejército del Mal. Sus familias, integradas por infrahombres, inframujeres y muy pocos infraniños, tienen sus comunas y ciudades satánicas en sitios muy calurosos paralelos a nuestro mundo. Siempre mantienen uno o varios centinelas haciendo guardia permanente en nuestros cerebros. Alojadas en el hipotálamo y tratando de prostituir algunos cientos de miles de nuestras neuronas. Ahí permanecen ocultos, luchando, hasta que consideran que ha llegado la hora de atacar y desquiciar.
   Otros, lo más friolentos, moran en las bocas y entrañas de volcanes por las cuales se comunican hasta el propio centro de la Tierra, donde está la morada del Príncipe de las Tinieblas, quien tiene su trono en el centro del magnetismo terrestre. De ahí salen en largas filas y rugiendo cantos endemoniados con sus ejércitos de muerte y odio cuando son llamados a combate a ras del suelo por los que conforman la vanguardia del mal, que nunca dejan de habitar la superficie de la Tierra. Días antes de que sucedan sangrientos conflictos bélicos entre terrestres, avisan a sus ejércitos malignos para que enciendan la chispa que desatará crueles guerras entre humanos. Utilizan sordas y endemoniadas trompetas que sólo se escuchan en su putrefacto inframundo. En sus acordes anuncian el triunfo de la muerte sobre la vida, del odio sobre el amor y de la peste sobre la salud. El caos y las tinieblas es el oxigeno de ese mundo.
   Otros Mundos Paralelos hay en la Tierra. Están con nosotros desde el principio de la humanidad y mientras exista un solo aliento de vida ellos permanecerán conviviendo entre nosotros. Cuando todo haya acabado para el hombre, muchos de nuestros Mundos Paralelos actuales seguirán existiendo hasta que un nuevo germen de vida nazca en el planeta Tierra. Otro migrarán a otros mundos similares al nuestro que hay dispersos en la galaxias del infinito universo.


   Nunca se producirán guerras directas ni conflictos entre los Mundos Paralelos porque siempre habrá un árbitro Todopoderoso y Omnipotente que no lo permitirá. En ese Mundo Paralelo Todopoderoso únicamente habita el bien y el amor, que todo lo puede y nunca dejará de enseñar a la humanidad el camino a seguir para esquivar y evitar conflictos en todos los demás mundos. Ese mundo está habitado por seres divinos que nos observan con amorosa mirada. A veces intervienen en nuestras vidas en forma tan sutil que no la percibimos. El humano, en su infinita prepotencia y egoísmo, cree que “se salvó” o “lo logró”, gracias a su buen juicio y buena suerte. Pero no es así. Todo el crédito se le debe a ese Mundo Paralelo Todopoderoso que utilizando la fuerza del amor de sus seres nos condujo por el camino correcto. Es el Mundo Perfecto y el mundo regidor de todos los mundos del universo. Gracias a ese mundo es que todavía preexisten y existen todos los mundos en aparente orden y armonía, no a juzgar de mis propios ojos, sino del Todopoderoso de los Mundos, quien sólo tuvo que sembrar una semilla, el de la fe, y la cosecha fue abundante y prolífica para que el orden triunfase sobre el caos en todos los Mundos Paralelos de nuestro mundo y para lograrlo sólo bastó una corta frase: ama al prójimo como a ti mismo. ¿Y qué esperamos nosotros para imitarlos?


Evangelios Sotroc
Los EVANGELIOS SOTROC consisten en una serie de micro ensayos fantásticos que desvelan realidades desconocidas de nuestro mundo y universo bajo la perspectiva de una lógica elemental, didáctica y evolutiva, partiendo de la premisa de que todo lo imaginable es posible tal como lo dijo Albert Einstein. Quizás, al principio pueden parecer bastante fantásticos, pero al racionalizarlos se darán cuenta que por nada son descabellados o irreales. No obstante, la última palabra siempre la tendrá el lector.

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