domingo, 23 de junio de 2013

LA MATERIA VIVA HABLA



En el universo todo es cambiante. Hasta la nada es cambiante. La energía que lo integra, que es parte de la misma materia, también es cambiante. Se transforma de una a otra. No se destruye. Cambia y evoluciona. El cuerpo humano es una gran máquina transformadora de energía porque es energía pura. El universo, en un setenta y tanto por ciento de su espacio infinito, es energía. Vivimos y formamos parte de un universo repleto de energía. Y en ese universo variable y lleno de energía existen miles de cuatrillones de formas de comunicación. Los humanos, como toda materia viva, utilizan el lenguaje, que es una forma primitiva de comunicación. La voz procesada en las cuerdas vocales y que brota por la garganta también es energía. Energía que al salir de la boca se transforma, cambia su estado. Desde los inicios de la humanidad, el lenguaje ha ido evolucionando y cambiando. Así sucedió a través de los siglos y seguirá transformándose, ya que los sonidos que emiten las bocas, sean de humanos o animales, se transmuta en el espacio-tiempo circundante. Esa energía sónica que brota de lo profundo de las gargantas se convierte en un tipo de energía diádica o blanca.


Hay que dejar bien claro que nuestro lenguaje, la forma de comunicación de los humanos, es diversa de una cultura a otra. Se utilizan idiomas diferentes de acuerdo a la latitud o país del orbe. Un chino y un musulmán no pueden comunicarse unos a otros en su mismo idioma porque, simplemente, es muy diferente uno de otro y no se entenderían jamás. Deberían utilizar, a fin de lograr una mínima comunicación, el lenguaje corporal o gestual. Y así sucedería con la infinidad de idiomas, lenguas y dialectos dispersos en el planeta. El humano no podría siquiera entender el lenguaje gestual de un miembro de una tribu del Amazonas porque, simplemente, su lenguaje gestual, el que han utilizado esos aborígenes apartados de la civilización occidental durante milenios, es diverso al utilizado en las grandes urbes actuales. En fin, en ocasiones es hasta imposible comunicarnos con seres de nuestra propia especie porque no conocemos y no sabemos descifrar su forma de comunicación.

Por tal motivo, no se asombren si afirmo que la Materia Viva, que es toda la energía y masa que compone el universo, también tiene su forma de comunicación. Que habla. Y, aunque parezca insólito, también “respira”. Es una realidad inobjetable. Los científicos no han tenido todavía la valentía y agudeza intelectual de asumirlo como un hecho cierto porque no han logrado descifrar los “simples” códigos del Genoma Universal. Siguen en el preescolar cósmico. Es prematuro pedirles más ya que siquiera han logrado interpretar el diálogo de los delfines, el más elemental de todos los lenguajes. Menos el de los manatíes, toninas y ballenas, que casi a gritos no dicen “¡imbéciles humanos, cuándo nos comprenderán! ¿Cuándo podremos sostener una seria conversación y explicarnos porqué nos asesinan a mansalva?”. Y siguiendo con el pequeño rosario de reproches interiores, debo obligatoriamente señalar que los humanos esbozan cierto curioso asombro ante las aptitudes de los loros parlanchines, sin saber que poseen desde siglos inmemoriales, gracias a su capacidad auditiva y sónica, el don de la palabra. Si quisiesen, estarían hablando más que cualquier humano, pero debido a nuestra ciega y arcaica incomprensión, todavía no se han permitido revelarse como “seres parlantes”.


De tal forma les diré que no sólo los pájaros se comunican (“hablan”) entre si y tienen sus propios lenguajes, sino que también piensan. Entre todas las especies existentes en el planeta, los pájaros poseen y dominan a la perfección una gran diversidad de “idiomas” y dialectos para comunicarse, aunque una cosa es común en todos ellos: su lenguaje corporal. En todas y cada una de las especies es idéntica. No hay variación. Está escrito en su ADN. Su inteligencia los ha hecho evolucionar más que los humanos y eso gracias a una sola cosa: sus instintos. Los humanos de las cavernas, nuestros ancestros cavernícolas, también poseían esa facultad instintiva la cual a través de la evolución de las especies se les fue adormeciendo. Sólo unos pocos en la Tierra tienen el privilegio de mantener aún viva y casi intacta esa condición que es muy necesaria para la supervivencia.
De la misma forma como ocurre con las aves del planeta Tierra, pasa con los peces, mamíferos, microbios, gérmenes, bacterias y virus. Todos tienen su propio lenguaje y forma de comunicarse. Unos más avanzados que otros, pero lenguaje al fin. (Ver Evangelios Sotroc EL LENGUAJE DE LOS ANIMALES, ¿QUÉ PIENSAN LOS ZANCUDOS? y EL PENSAMIENTO DE LAS COSAS INANIMADAS).


Lo mismo sucede con lo que lo humanos llaman, erróneamente, materia inanimada, como las piedras, rocas, guijarros, montañas. Ellas también piensan, se comunican y tiene su propio lenguaje. Igual pasa con el agua. Con los mares, ríos y océanos. Todo esto lo pueden lograr debido a que son energía en transformación y constante cambio. El vehículo conductor que logra unirlos y comunicarlos a inmensas distancias son los neutrinos, una forma de energía invisible al ojo humano que está en todos lados, al igual que el oxígeno que respiras. El cuerpo humano, cada cuerpo humano, aloja miles de millones de cuatrillones de neutrinos. Estos van y vienen, se renuevan y cambian. Son los “hilos conductores” de la vida aunque tienen carga eléctrica neutra y masa cero. Y, lo paradójico y casi increíble, los neutrinos, además de tener vida propia, también hablan. Se comunican entre sí y con otros tipos de energía invisible.
Todo lo que se mueve, vive o existe en la Tierra y otros planetas, galaxias y el universo entero, tiene un lenguaje propio. No importa que sea una piedra, un pedazo de vidrio o un espejo. Ellos se comunican. Tiene su propia forma de comunicarse, de hablar y “gritarse” entre ellos. Sólo falta descubrirlo. Cuando un vidrio, por ejemplo, entra en contacto con la piel de un ser humano, este, el vidrio, trata de comunicarse con el individuo. Así de fácil. No es necesario ser un genio para demostrarlo. En un experimento simple y doméstico, el cual puede realizar cualquiera, hasta un niño de dos años, se podrá escuchar el lenguaje del vidrio, así como de cualquier otra materia inanimada. En el caso del vidrio, la demostración es fácil y sencilla. Moje de saliva la yema de su dedo índice -o cualquier otro- con la punta de la lengua. Muy poca saliva será suficiente. Sólo humedézcalo. Antes de que se seque páselo con vigor sobre la superficie lisa del vidrio. Verá como enseguida tendrá una respuesta. Como la superficie del cristal dejará salir un ligero chirrido. Es una forma del vidrio de decirnos “eso me gusta”, ya que lo asume como una caricia. Sea como sea, emitió un sonido y el sonido es energía sonora, la cual enseguida, al instante de pasar el dedo sobre la superficie lisa del vidrio, se transformó en energía vocal”, en un lenguaje. En una forma de comunicación. Que aún no se hayan podido descifrar sus códigos, es otra cosa, pero es un tipo de lenguaje. Igual sucede cuando tiras una piedra para estrellarla contra otra. Al producirse el choque de las dos piezas el sonido que emite no es otra cosa que un “grito de piedad” ya que la piedra se ve amenazada de destrucción. En ese momento las piedras piensas. Ambas piensan. La que va en el aire y la que está en el suelo. Y, si piensan rápido, después del encontronazo se esconderán. Irán a ocultarse, a camuflarse, entre las otras piedras similares que están en los alrededores. La que se arrojó con fuerza contra la otra distante tiene más oportunidad de ocultarse de la que estaba en el suelo. De allí en adelante sólo es cuestión de suerte y “habilidades pedruscas”.


Es tan cierta la auteticidad del lenguaje de la Materia Viva que hasta los sentimientos tienen su eficaz lenguaje. Escondidos en su refugio del lóbulo temporal del cerebro, como son energía pura, cambiante y altamente dúctil, los sentimientos tiene su propio y único lenguaje, entendible sólo por todos los miles de millones de neuronas, dendritas, neuritas y miles de billones de circuitos eléctricos que integran el cerebro humano.
Si los humanos siguen con su ceguera mental, pronto se quedarán sordos y nunca oirán el lenguaje de la Materia Viva, parte vital del universo y de su propia alma. ¿Escuchaste?... No, no a mí, sino al eco de la Materia Viva que vibra dentro de tu corazón… ¿No? Vuelve a intentarlo y pronto lo escucharás. ¡La materia Viva habla!... El universo entero habla y nadie parece escucharlo y eso que grita durísimo. Tan duro que es capaz de dejar a toda la humanidad sorda, no obstante nadie escucha…



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