miércoles, 8 de septiembre de 2010

EL TODO©



  Nuestro complejo el universo y el espacio infinito conforman El Todo, incluyendo, a fin de que sea completo, el tiempo. Ese Todo está conformado simple y llanamente por los cuatro elementos, o sea tierra, aire, agua y fuego, los cuales combinados sesenta y cuatro veces unos con otros y sin dejar ninguno afuera, forman los elementos restantes del Todo Perfecto, el cual incluye materias, organismos, especies y subelementos aún desconocidos por el hombre y la ciencia actual. Los primeros signos sobre la existencia de alguna materia “extraña”, microorganismos y subelementos, comenzarán a descubrirse y develarse ante los ojos de la humanidad científica en los albores del siglo XXV y la composición química y utilidad práctica de todos los sesenta y cuatro nuevos subelementos durante el siglo XXXIII de nuestra era. Al finalizar ese siglo, el XXXIII, comenzará una nueva era para la humanidad, la cual se denominará siglo I d.ÉC., o sea Después del Éxodo de las Civilizaciones.



 En los siglos venideros, el ser humano no sólo podrá desplazarse libremente por el universo, el cual se convertirá en su nuevo y permanente hogar, sino que dominará a su antojo los sesenta y cuatro subelementos y con ellos podrá construir todo lo que la imaginación y capacidades técnicas y motrices quiera y requiera.



  De esa forma no será nada descabellado ver un Puente de Luz intergaláctico, ni una Nube-metrópoli suspendida en el espacio que albergue a más de treinta millones de habitantes. Ni tampoco “naciones” enteras edificadas sobre anillos sólidos de agua-aire. Así como nadie se extrañará durante los años venideros de los siglos d.ÉC. ver como gracias a la neurogénesis molecular de su cerebro el hombre controlará la mente sobre la materia sólida y pensante, y podrá reparar, modificar y modular al antojo partes motoras, visibles o invisibles, del cerebro para utilizar todo el potencial que de ello derive en determinado y específico fin. Por supuesto que no todos podrán hacerlo, porque gracias a las aún persistentes imperfecciones del ser humano, siempre existirán los de arriba y los de abajo. Una clase dominante y otra dependiente, la cual, aunque dignamente respetada, será destinada a labores de Masa No Irx (no dirigente o conductor) y trabajos de tan alta tecnología científica, que ni el más sabio de los hombres del siglo XXI de hoy en día podría siquiera acercársele a los tobillos.
  El dominio de los sesenta y cuatro subelementos derivados de los cuatro elementos primarios (tierra, aire, agua y fuego), es determinante para llegar al siglo d.ÉC. De otro modo, toda la humanidad y formas de vida, incluida la microbiana y bacteriana, así como la multiplicidad de metales, ácidos, gases, hidrógenos, átomos y oxígeno y todo lo que se le parezca, descubierto y aún sin descubrir, será convertido en micropartículas cósmicas tan pequeñas y dispersas que no podrán ser jamás detectadas. Por supuesto que de todo esto queda entendido que el mismo planeta tierra será una de esas micropartículas dispersas en La Nada del universo.
  Con la “domesticación” de los subelementos lo complejo se convertirá en simple. Serán los siglos de la dominación de la mente pensante y purificadora (espiritual). No más hambre y no más guerras. No hará falta grandes extensiones para proveer el alimento de millones de seres porque el metabolismo del cuerpo humano será modificado a partir de inducciones trilógicas conformadas por mente-pensamiento-cerebro, proceso durante el cual neuronas y neurotransmisores sufrirán cambios substanciales en los cerebros humanos. A través de ellos podrán controlar el hambre y su sensación suplida por un proceso retroalimentario proveniente de la fusión de treinta y tres de los sesenta y cuatro subelementos, entre los cuales estarán el alma y el espíritu, dos de los nuevos subelementos. Estos serán de vital importancia para el sustento de las generaciones futuras.



  Lo único necesario para cuando llegué el siglo d.ÉC. es una sustentable  provisión de los cuatro elementos principales (tierra, aire, agua y fuego), los cuales, aunque en pequeña cantidad, podrán reconvertirse en masivas cantidades de subelementos. Uno de ellos, el subelemento 54, será llamado taaf y contendrá un compendio de los cuatro fundamentales y servirá para que el individuo conserve siempre su memoria y recuerdos humanos. El subelemento 33, al cual denominarán jecri, será imbuido a través de una neuroromagénesis a cada ser humanos para que su mente funcione siempre en el plano espiritual-universal.

   El universo de nuestras neuronas es tan complejo como el universo infinito.
 Sería larga y tediosa hacer en esta corta reflexión una clasificación total y exhaustiva de los sesenta y cuatro subelementos. Primero porque en este siglo nadie la entendería y, en segundo lugar, porque necesitaría muchas horas y papel para explicar su composición fisicoquímica y componentes neuronales subvente, lo cual conllevaría a explicar y demostrar el significado lógico e irrefutable del desplazamiento extra corpóreo de las moléculas vacías del cerebro y el emplazamiento, refracción e intercambio de neuronas de seres vivos a seres muertos para la consolidación de una nueva vida después de la muerte. Algo complicado, no. Por eso evitaré entrar en temas para mí simples, pero muy complicados para el común de los humanos que no creen ni entienden en qué consiste la neuroplasticidad del cerebro.
  Lo que si puedo decirles y esto es simple, es que los estímulos exteriores pueden moldear y modificar los circuitos cerebrales. Dicho en otras palabras: la mente puede modificar el cerebro y todas las moléculas existentes en el, de tal forma que, si se quiere, con un solo pensamiento se puede producir calor, solidez, fluidez, masa, espacio y cosas que ni la imaginación más prolífica puede alcanzar. Todo ello sin requerir del mayor de los esfuerzos y, lo mejor, después de realizado el acto, volver al vacío más sublime. A una paz mental etérea e inolvidable. Simple, ¿verdad?



©Diego Fortunato

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