Todo tiene una función y propósito en la vida. Los sueños no son la excepción. No pueden ser simples sueños, así nada más. Deben tener una explicación lógica. Sigmund Freud trató, pero se quedó apenas en el abc de los sueños. No podía ir más allá. No porque no quisiese. No pudo porque le era imposible, por más inteligente y audaz que fuera, llegar a una conclusión demostrable en el plano científico, simple y llanamente, porque en aquel entonces no se sabía nada del Genoma Humano. Todavía hoy es una aventura hablar de los sueños y relacionarlos con el ADN de cada persona. En un futuro cercano sí se podrá. Pero eso no es lo que nos ocupa hoy, sino revelar cómo funcionan los sueños y porqué.
Al principio de estas líneas asenté que todo tiene una función en la vida y es así. El cerebro, la computadora perfecta que cada ser humano posee y la cual jamás podrá ser superada por ninguna máquina debido a que es imposible dotarla de sentimientos y emociones, sólo para citar una de las tantas razones, tiene la respuesta a los sueños.
Los sueños no se deben a ninguna azarosa casualidad y no se proyectan a nuestra memoria onírica por arte de magia o porque, eso sea “lo normal” en un ser humano. Sería harto simplista pensar que un órgano tan perfecto como el cerebro, que cumple cien millones de instrucciones por segundo a fin de mantenernos vivos y sanos, distraiga tanto tiempo y neuronas sólo para proporcionarnos un relax mientras dormimos. Pensar que es así, más que infantil, es estúpido. Nada perfecto se puede permitir banalidades. Y el cerebro es más que perfecto.
Les revelaré que los sueños son uno de los tantos recursos del cerebro para poder cumplir con paz, tranquilidad y sin interrupciones, sus funciones de reparación neuronal y chequeo, las cuales realiza mientras dormimos. A tal fin utiliza imágenes, situaciones, recuerdos, colores, emociones, sentimientos, pensamientos, frustraciones, miedos, deseos, alegrías y etcétera, etcétera, ya archivadas en nuestro disco duro (cerebro) y con ellas hacen una especie de “micro” que proyecta desde una porción de nuestro lóbulo frontal a fin de “entretenernos” mientras los miles millones de circuitos eléctricos, terminaciones nerviosas, neuronas, dentritas, axón y demás componentes del cerebro trabajen sin ninguna perturbación.
Todas y cada una de las imágenes proyectadas en los sueños, o sea cuando las ondas cerebrales están en nivel Delta, nosotros las hemos visto en cualquier momento de nuestras vidas y fueron archivadas en nuestro disco duro y tomadas al azar y recompuestas en una “historia” entretenida unas veces, aberrantes en otras (pesadillas) y rebosantes de placer durante el paso de la pubertad a la adolescencia y premadurez (sueños mojados, por ejemplo).
Los sueños recurrentes, o sea repetitivos, obedecen a algunos factores metamórficos de nuestro organismo, los cuales, de proseguir deben ser tratados por especialista. En este caso psiquiatras. Los sueños premonitorios, en cambio, se deben a condiciones especiales escritas en el ADN de la persona que los tiene. A veces pueden confundirse, otros son reales. En este último caso, la persona poseedora de esa virtud, tiene el hipotálamo más evolucionado que otros seres humanos. Dentro de miles e millones de años, y gracias a la evolución, todos los seres humanos poseerán esa capacidad. No voy a distraerme en un tratado sobre los diferentes tipos de sueños y a su fisiología. No sería tan largo, más bien corto, pero inútil en este momento. Aprovecho este paréntesis para significar que todos los libros sobre interpretación de los sueños que circulan son, simplemente, un fraude. Carecen de cualquier fundamento científico y escritos en su mayoría por charlatanes de profesión y editados por inescrupulosos mercenarios de las letras.
Retomando la explicación sobre el archivo de imágenes y sensaciones de nuestro disco duro, recordaré, a manera de ejemplo, que el ojo humano puede captar y almacenar en fracciones de segundos cientos de miles de imágenes. Muchas de esa imágenes nosotros siquiera sabemos conscientemente que las vimos, pero sí las hemos visto y archivado sin darnos cuenta. Figúrense los miles de millones de cuadros captados por el ojo humano durante la proyección de un film de dos horas. El supuesto e insignificante trasfondo de una simple escena fílmica que representa un paisaje en la lontananza, pasa por nuestras retinas y se almacena en el cerebro. Incluso las “cosas” que no creemos haber visto, habiéndolas visto. Ahora, imagínense cuántas imágenes con todos sus miles de millones de contornos ha visto el ojo humano en apenas un año. ¿Y después de sesenta años? El disco duro del cerebro tiene capacidad ilimitada y las almacena sin ningún esfuerzo. Todos los miles de quintillones de “cuadros fotográficos” que pasaron y siguen pasando por nuestros ojos son los que conforman los sueños. Nuestro cerebro los ordena y les “crea” un argumento acorde a nuestras emociones, recuerdos y sentimientos acumulados en el subconsciente y los saca a flote mientras dormimos. Los niños, a medida que van creciendo y almacenando en su virgen disco duro sensaciones y experiencias, soñarán y recordarán sus sueños a medida que avanzan en edad y recuerdos.
Nada es casual. El cerebro lo hace por dos motivos. Uno, como referí en líneas precedentes, para reparar y chequear sin molestias todos nuestros demás sistemas, órganos (incluido el mismo cerebro) y funciones del cuerpo. Segundo, para despejar al subconsciente de temores, frustraciones, pensamientos nocivos o utópicos, que bloquean al individuo en su devenir consciente.
Es bueno reiterar que el cerebro prefiere trabajar en sus labores de reparación y chequeo cuando el individuo está dormido y en descanso, porque de esa forma utiliza menos energía y trabaja en forma inequívoca y más cómoda. O sea, evita malgastar una energía que podría ser necesaria para otras funciones del cuerpo humano. ¿Todavía dudan que sea una máquina perfecta?
Los sueños nos pueden ofrecer todos tipos de sensaciones, menos olores, porque mientras dormimos el cerebro aísla adrede y por ciclos o instantes, nuestro olfato. Sólo nos hace recuperarlo en momentos de extremo peligro. Humo o una casa en llamas, por ejemplo. Los demás sentidos como el gusto, la audición, vista y tacto también son bloqueados y podrían ser recuperados por el mismo motivo que el expuesto anteriormente: peligro inminente. En ese caso el cerebro activa enseguida todos los alertas de supervivencia y sus glándulas específicas a tal fin.
El habla, igualmente es liberadora de energía subconsciente. Cuando la persona habla dormida es porque ha acumulado demasiadas tensiones, frustraciones, miedos y etcétera, en su subconsciente y debe liberarlas de cualquier forma para que, literalmente hablando, evitar volverse loca. El hablar dormido es como abrir la compuerta de una represa para que toda el agua sobrante e innecesaria que ponga en peligro a la construcción salga sin causar daño alguno. Para el cerebro no hay sueños perdidos. Todo está controlado.
En fin, los sueños son el resultado de un “minestrón neuronal” que van en beneficio y reparación de nuestro propio cuerpo. Cuando se logre decodificar en un ochenta por ciento (hoy apenas se ha podido llegar a algo más de un veinte) el Genoma Humano, se encontrará entre un compuesto de proteínas y ácido fosfórico los pares nucleótidos responsables de los sueños y el secreto dejará de ser tan secreto.
Los sueños son beneficiosos para la psiquis y el comportamiento humano. Si recuerdas los sueños, estás bien. Si crees que no sueñas (todo ser humano sueña) y no recuerdas, posiblemente muchas cosas están mal en tu cuerpo a nivel psíquico y neuronal.
Quizás todo lo expuesto ahora puede parecer un disparate. Quizás, pero recuerden que sabemos más cómo funciona el universo que nuestros propios cerebros. Y, del universo, realmente, no sabemos nada.
© Diego Fortunato